domingo, 30 de diciembre de 2012

¿Cómo depositar porciones de ánimo en un par de zapatos?


¿Cómo transportan los Reyes Magos el ánimo que necesitan las personas que se han quedado sin resuello, y dónde lo depositan, si un par de zapatos no lo pueden contener?

"No he sabido ser una buena hija. No he sabido ser una buena madre. Me pregunto si es porque las emociones se aprenden y yo no he aprendido aquello que en buena lógica me hubieran debido enseñar mientras crecía para poder transmitirlo a la siguiente generación. Siempre me he sentido fuera de lugar, fuera del tiempo (de todos los tiempos, siempre), fuera del sistema. Percibo muy raramente alguna alegría en las personas que me ven o simplemente se cruzan conmigo después de no haberme visto en mucho tiempo. No contagio buenas vibraciones. Hay mucha alegría en algunas personas al inicio de nuestro conocimiento, un casi entusiasmo que se diluye, se difumina y acaba por enfriarse tanto como si entre el principio y el final se hubiese producido un acontecimiento disuasorio, un suceso que yo no detecto o al que no doy importancia y los demás sí. ¿Qué será? ¿Qué habrá en mí, que no comprendo ni puedo definir y mucho menos prevenir y en absoluto corregir (pues lo ignoro)? Si pudiera entender dónde está esa interferencia, esa partícula que se interpone entre mi naturaleza y la naturaleza de mis semejantes. No digo que si localizara ese impedimento trataría de apartarlo siempre, en tanto no quiero siempre conservar a todas las personas que voy encontrándome (¡hay tantas que me defraudan y hasta me repugnan casi inmediatamente por su falsedad y sus modales sibilinos, oscuros y confusos, tan decepcionantes!), pero sí en muchos casos que se me escapan de las manos a mi pesar y se alejan irremediablemente para no volver. ¿Y qué puedo hacer? Seguir esperando, supongo, y tratar de sacarme del alma todas las anomalías, si son elementos negativos o sólo particularidades que forman parte de la naturaleza de las personas. En cualquier caso, es una buena manera de ir al origen de todo, ¿no?, me dice él. Ir al origen. ¿Qué origen? ¿Cuál es al origen? ¿Dónde está el origen de las cosas y de las sensaciones que las (nos) mueven? ¿Me tengo que remontar siempre al pasado para ver si se me puede enderezar el presente? ¿Y qué hago, entonces, con mi presente, que se me está escurriendo? ¿Paso de puntillas sobre la vida para no destrozar las huellas que aún puedan quedar del pasado? Él hace un gesto de '¿y yo qué puedo decir?', pero al menos tiene la deferencia de no decirme que todo está bien, que todo va a arreglarse, que pensar que algo va mal es contraproducente, desaconsejable para el bienestar. Es que ahora se lleva el pensamiento positivo, la sonrisa que anticipa las buenas noticias y los acontecimientos más venturosos, que vendrán sin dificultad cuando nos vean en disposición de recibirlos. Nada de recordar penas y sufrimientos, sólo las risas y alegrías que las propiciaron. La ley de la atracción, se llama, pero no sé cómo mantener siempre el ánimo en lo más alto, cómo pasar de largo por el dolor para mantenerlo alejado y que así no me manche ni me contamine.
  'Le digo que las debilidades atraen las desgracias. Le digo que las penas atraen más penas. Igual, después de todo, sí hay algo de verdad en la ley de la atracción ésa. La desesperación y el dolor se hacen sitio a empujones en un corazón propicio y allí se quedan, alimentando más desesperación y más dolor. Él dice que eso se puede cambiar. Por poder, digo yo, claro que puede cambiarse, supongo, seguro que es así, pero hay un momento en que la costumbre de caminar en una dirección concreta dificulta el cambio de rumbo, y así, nos vemos siguiendo la inercia que parece inalterable. Que hay que seguir, en cualquier caso, dice él. Ya lo sé, digo yo. Yo no me paro casi nunca, y cuando lo hago suele ser para tomar un poco de aire y un buen impulso que me ayuden a seguir. ¿Quién no se ahoga de vez en cuando? ¿Quién no pierde el resuello y siente que ya no puede más? Lo grave, digo yo, sería detenerse con intención de no seguir. Ya sé que muchas veces yo misma me detendría con intención de no seguir, pero al final acabo empujada por alguna clase de fuerza que no sé que tengo y ahí sigo, a pesar de todo. Claro que, ahora que lo pienso, ¿qué hay de malo en no querer seguir?..."

  

1 comentario:

  1. maravilloso Begoña, amiga mía. Es tan... lo siento, no tengo más palabras: ¡¡¡maravilloso!!!
    Espera! se me ha ocurrido otro adjetivo para calificar este artículo tuyo y todos los demás: Valiente.

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