jueves, 29 de noviembre de 2012

La montaña rusa y la puta vida


Cómo te comprendo, querida desconocida.

"Estoy agotada, de tanto pensar bien y positivamente de todo cuanto se me pasa por la mente. Dicen que hay que pensar bien y favorablemente, para que deseos y pensamientos alcancen algún lugar privilegiado del Universo y regresen después a quien los emitió. Si los pensamientos son buenos, lo que regresa es bueno; si los pensamientos son negativos o pesimistas, lo que vuelva será igual de negativo. ¿Será bueno, entonces, después de todo, esforzarse tanto? ¿Hay que aguantar, pase lo que pase? Así es la vida, parece ser. Opinar que la vida es una mierda no está bien visto. Él dice que la vida tiene cosas bonitas. ¡Pues claro que la vida tiene cosas bonitas! Y feas; también la vida tiene cosas feas. Y no pasa nada -digo yo- por decir que es feo y triste y desagradable aquello que me parece feo, triste y desagradable. Hoy estás arriba y mañana estás abajo. La puta montaña rusa, que hace que el estómago se mueva a su antojo, sin que intervenga el cerebro para decir si es bueno o malo subir o bajar. Si estás en la montaña rusa, estás en la montaña rusa. Si estás en un lugar determinado, no puedes huir o simplemente no quieres huir: estás porque debes estar y no te planteas siquiera evadirte. No vale taparse los ojos o darse la vuelta o esconder la cabeza bajo las mantas de la cama. Estás con todas las consecuencias, para disfrutar lo que sea agradable y deba ser disfrutado, y sufrir las hostias cuando lleguen, si llegan.
  "¿Pensar en positivo? Sí, está bien pensar en positivo. Yo digo que pensar en positivo es como soñar con los ojos abiertos, siendo consciente de que estás soñando. Yo podría soñar siempre despierta, vivir permanentemente en un sueño, si la puta vida no viniera a entrometerse en mis ensoñaciones para desbaratármelas. Te ves a ti misma sentada en una mesa, en la que también está sentada una persona que te mira con cariño, incluso con cierta admiración, mientras habla acerca de tu obra dirigiéndose a las personas que han asistido a la presentación de la novela que te han publicado cuando finalmente alguien la ha leído con cierto interés. Buscas desde el sueño a las personas que te acompañan en una circunstancia que es tan importante en tu vida, para hacer recuento de cuántos amigos, o sencillamente conocidos tienes que se interesen por ti, pero muy pronto dejas de buscar (¿para qué, si los caminantes de aquel Camino que parecían incondicionales ya no están y es como si nunca hubiesen estado; si los compañeros que te dijeron que nunca te olvidarían ya te han olvidado y no se interesan en lo que haces ni en lo que has llegado a ser desde que estás lejos?). Muy pronto, sin embargo, debes salir del sueño a tu pesar: el cartero llama a la puerta de tu casa y te entrega un resguardo que vale para recoger un envío que llegó de Madrid o Barcelona o Sevilla o Valencia, y te viene a la cabeza que es Madrid o Barcelona o Sevilla o Valencia el nombre de la ciudad que escribiste en el envoltorio que contenía el manuscrito de una de tus obras. Tus queridas obras, que cuestan tanto formar primero y alumbrar después. Todas las obras son queridas, no importa si cuando te asomas a sus páginas sientes que alguna la volverías a reescribir desde el principio para que se parezca más al tiempo presente que al tiempo pasado en que fue escrita. ¿Seguir soñando está entonces autorizado o ni siquiera recomendado? Yo diría que no. Es como esa sonrisa estúpida y bobalicona que se les pone a ciertas personas estúpidas y bobaliconas que parecen estúpidas y bobaliconas precisamente por esa sonrisa que lucen pase lo que pase. Si hace sol sonríen, si llueve sonríen, si son felices sonríen, si son infelices también sonríen (claro, como hay que ser positivos y enviar buenas vibraciones a algún confín del Universo, que confío no sea aquel en que se ven naves ardiendo, más allá de Orión). ¡Qué asco! ¿Para qué son las emociones, entonces, si no es para dibujar o resumir el estado de ánimo de las personas?

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Mentiras, verdades y literatura



Nunca falta alguien preguntando: "¿Qué hay de ti en la novela?", o "¿Es autobiográfica?". Y nunca, por acostumbrada que esté a la pregunta, ni por ensayada que la lleve, se me ocurre decir que "Sí pero no"; o "No pero sí"; o "Todo a la vez y a ratos nada en absoluto". ¿Soy yo la niña de "El aliento del lobo" Pues claro que soy yo, y sin embargo no puedo serlo del todo; casi debería reconocer que no soy esa niña en absoluto, y debería decir, si quisiera ser sincera, que lo quiero ser, que ya me gustaría haberlo sido. Maina (diminutivo de Magdalena) es lista, tiene esperanza, es valiente, se atreve a luchar por sus sueños y se convierte en dueña de sí misma. ¿Cómo no voy a querer ser esa niña? Otra cosa es que pueda serlo.
  "¿Pero cuál es la respuesta, entonces?" Pues la respuesta es que soy Maina, en efecto, algunos días; otros, en cambio, soy Estíbaliz, que cuenta un trozo de su vida y de la historia reciente de Euskadi en "El cortejo de la lágrimas grises"; y soy cada uno de los personajes que aparecen en mis novelas, quizá porque no me atrevo a vivir todas las vidas que me gustaría. Y bien mirado, ¿para qué iba yo a querer vivir otras vidas, si la literatura me permite entrar y salir donde me da la gana, a voluntad, unos días más y otros menos? Es tan hermoso poder escribir para poder contar la verdad de las mentiras

martes, 27 de noviembre de 2012

Si pudiera encontrarte



  Yo sí te haría caso, sí te escucharía, sí te acompañaría, si pudiera encontrarte.

"¿Cómo se dice que no te sientes querida, sin temer que quien te escucha piense que quizá tienen razón quienes no te quieren, para no quererte (y por eso no te quieren)? Lo mismo me ocurre cuando tengo que explicar por qué no le gusto a la gente. Si la mayoría de la gente se aparta, te rehuye, se aleja, tiene que ser porque no vales la pena ¿no? Si todo el mundo te hace el vacío es porque acaso lo merezcas.  Él me pregunta qué creo haber hecho para merecer estar tan sola. Pues no lo sé, le digo. Luego añado que quizá tiene que ver con lo que yo veo de ellos, más bien en ellos, dentro de ellos, en todos ellos. No sé si le importa algo que le cuente detalles de mi familia o le cansa, en realidad. A lo mejor le gusta unas veces sí y otras no. Cuando bosteza me parece que está muy cansado y me entran ganas de levantarme y marcharme para que pueda descansar. No sé si se cansa de mí o ya está cansado de los otros pacientes que me han precedido. ¿Qué historias tendrá que escuchar? Anodinas, tristes, truculentas, pretenciosas, complicadas, vulgares, aburridas... Las personas somos todo eso y más, dependemos de nuestras circunstancias, y nos volvemos un poco locas y un poco dependientes, queremos que nos escuchen y nos comprendan; más que nos comprendan.
  'Tengo miedo de hacer lo que quiero. Temo que hacer lo que quiero no sea lo que a la postre deseo en realidad. Si hago lo que quiero y el resultado ese desastroso no tengo excusas de ninguna clase: hice uso de mi albedrío y me equivoqué; si retraso la acción siempre estaré a tiempo de hacer lo que aún no he hecho. Es miedo, lo sé, pero no sé cómo se cura el miedo, así que me quedo paralizada y dejo pasar el tiempo para que el paso del tiempo resuelva a voluntad las dudas que me paralizan. Es una tontería, ya lo sé. Si no tengo nada que temer porque nada tengo que perder es inútil esperar, y si tengo algo a lo que temer la inacción sólo lo retarda. ¿Será porque siempre me queda la esperanza de lograr el reconocimiento, alguna clase de reconocimiento? Él me pregunta para qué quiero el reconocimiento. Yo le digo que para qué va a ser, para gustar. Bien mirado es una incongruencia querer gustar a gente que a uno no le gusta. Si a uno no le gusta la gente, no debería importarle demasiado gustar o no gustar a esa gente. Él dice que es un buen razonamiento. Me parece que lo dice para tirarme de la lengua y así poder seguir escuchando mis sandeces. Al final, le digo que cuando me ilusiono con algunas personas me siento estafada . Me mira con curiosidad. Añado que cedo en mis ilusiones y expectativas para no tener que reprocharme demasiada precaución o prevención. Permito la entrada en mi vida a personas que se me acercan con subterfugios y cierro los ojos de mi corazón, pero una y otra vez acabo lamentándolo. Él dice que no tengo culpa en esas relaciones o ni siquiera eso, en tanto se frustran sin haber apenas comenzado, pero yo sé que sí tengo la culpa, por permitirlo. Lo hago para que nadie me pueda reprochar que no lo intenté. Él me dice que quién me va a reprochar nada, si siempre me dejan empantanada".

¿Se cura el miedo?



"¿Cómo se dice que te siente de sobra

jueves, 22 de noviembre de 2012

Más de "La carpeta roja".





"No me gusta dejarme llevar por opiniones ajenas cuando no las comparto, pero no sé llevar la contraria (más bien no quiero hacerlo) para no ofender. A mí no me gustan todas las opiniones de todas las personas, pero si las tienen y son suyas no me gusta contrariarlas, aunque no sean coincidentes. Él dice que cada cual tiene que defender sus ideas y me anima para que yo defienda las mías. Le digo que si me pusiera a defender siempre mis ideas, a lo mejor me quedaba más sola de lo que ya estoy. Y cómo no estarlo, si me gustan las películas antiguas y los actores que ya están muertos. Los escritores de ahora me parecen pretenciosos y vacíos. Todos no, algunos son fantasmas además de pretenciosos, y aún así me gustan. Pero los que más me gustan ya están muertos. Me parece que nací equivocada. Él dice que no diga esas cosas, que yo nací cuando debía nacer. Yo le digo que no sólo nací en una época equivocada, sino que nací sin que nadie tuviera el menor interés en que naciera. Siempre lo he creído: que nací sin que nadie deseara mi nacimiento. También le digo que fui un estorbo para las personas que cuidaron de mí. Él me pregunta por qué digo que fui un estorbo, que eso no tiene sentido. Yo le digo que lo percibo así, y que esa sensación mía sin duda obedece a un sentimiento muy concreto y muy cercano. Le digo que cuando se siente algo así tiene que existir un fundamento y una razón. Me pregunta si tengo pruebas que den fe de mis sentimientos. Yo le digo que sólo el sentimiento se puede considerar una prueba en un caso así, por tanto no hay pruebas objetivas. Él dice que los sentimientos engañan algunas veces. Yo le digo que sólo los sentimientos me guardan fidelidad absoluta. Las personas engañan o hacen por engañar, y se esconden o tratan de disimular su naturaleza, pero lo que sienten traspasan sus posturas alambicadas.
  "La gente dice en voz alta lo que le gustaría sentir y pensar de verdad. Aunque no sientan o no piensen lo que están diciendo, lo dicen igualmente. Yo puedo distinguir lo que es verdad y lo que no lo es, de cuanto dicen las personas. Algunas veces dicen cosas para quedar bien y agradar. No me gusta la gente que dice cosas para agradar a toda costa y quedar bien ante otra gente. En cambio, no me importa escuchar mentiras que sólo buscan tapar o disimular verdades dolorosas. Él dice que mentir es mentir, en cualquier caso. Yo le digo que mentir para escapar del dolor debería estar permitido y hasta recomendado. Es como esas personas que además de decir lo que creen que los demás desean escuchar, encima lo hacen, aunque sea en contra de sus deseos. Él me dice que hay que afrontar lo que uno quiere, y ser valiente para decir también lo que no se quiere. Estoy de acuerdo con él, en la teoría, claro, porque que hacer lo que que hay que hacer según el criterio de cada cual es bien difícil. Casi es mejor parecer idiota, para que no te hagan escuchar demasiadas mentiras, no más de la necesarias, en cualquier caso, y encima tener que hacer como que las crees. Él quiere saber quién me ha mentido a mí. Yo creo que mucha gente, empezando por casi todos los miembros de mi familia, la familia de ascendencia, quiero decir, esa que parece ser más importante por la puta sangre y resulta que forma el entramado humano más decepcionante que puede uno encontrarse, o que yo puedo encontrarme, sin querer suponer que sea así en todos los casos, para satisfacción de sus miembros" 

martes, 20 de noviembre de 2012

Soledad


  ¿Debería preocuparme la coincidencia de alguno de mis sentimientos con los sentimientos de un ser desequilibrado que no acaba de encontrarse? Es la impresión que se me queda después de transcribir este pasaje de "La carpeta roja".

  "Se me ocurre buscar la palabra soledad en el diccionario. Solemos conocer lo que quieren decir las palabras y las identificamos razonablemente, pero cuando pretendemos definirlas con minuciosidad es fácil que dudemos de su significado exacto. Empezamos a poner ejemplos, a buscar las aplicaciones que tienen y el uso que se les da. Creo que con soledad no habría demasiadas dificultades a la hora de explicar que es ese estado de melancolía por la muerte o ausencia de una persona querida o la pérdida o la falta de una cosa. Seguro que cualquiera hubiera sabido explicar que soledad es ese estado de tristeza que nos embarga cuando miramos a un lado y a otro y no hallamos a nadie, o hallamos a muchas personas ocupadas con otras personas que son más simpáticas y más divertidas y tienen más cosas que ofrecer que uno mismo. Yo podría añadir, además, que la soledad es una forma de desánimo. Y también que es una sensación muy acusada de estupidez por no saber escoger a las personas adecuadas o los lugares más idóneos donde refugiarnos. Él dice que no pasa nada por equivocarse. También dice que no debería equivocarme tanto, si conozco tan bien a las personas, si adivino tan rápidamente de qué pasta están hechas. Claro que las conozco, le digo; y también le digo que no puedo ir por la vida alejándome siempre de los lugares concurridos sólo porque casi nadie me gusta y de casi todos desconfío. Le digo que a pesar de sentir las singularidades de los seres humanos muy dentro de mí, como si me inocularan sus esencias y me impregnaran de sus naturalezas, doy varias oportunidades para que me desmientan y me desdigan de mis opiniones primeras, y me corrijan las impresiones cuando son desfavorables; que prefiero darme los batacazos que me doy, sólo para no sentirme intransigente y quizá injusta ocasionalmente, si es que alguna vez llegara a darse esa equivocación. Hasta la fecha siempre he calibrado muy bien los sentimientos de las personas que tengo delante, pero debo esperar a que se manifiesten abiertamente y a verlos actuar para poder decirles lo que son, dejando que se vayan dando los hechos que lo demuestren irrefutablemente y sin paliativos; si me adelanto y expreso alguna opinión, lo normal es que me digan que me equivoco, que exagero o que no tengo ni idea, y yo sé que no hay manera de probar las impresiones, ni mías ni de nadie. Las impresiones, las sensaciones o emociones no se pueden probar, sólo se saben y se sienten en lo más hondo del alma, yo las siento y las sé.
  "Le digo que la soledad es un sentimiento de tristeza que entra cuando se mira alrededor y se ven vacíos y más vacíos rodeándolo a uno. Él dice que hay que mirar muy bien y con mucha atención lo de mi sentimiento de soledad. También dice que tengo gente cerca. Yo le digo que sí, pero que es muy poca. Me mira con extrañeza. Le explico que es muy poca para los esfuerzos que hago. Le digo que hago muchos esfuerzos y obtengo muy pocos resultados. Le digo que la gente tiende a huir de mí. Él me dice que él no huye de mí. Yo le digo que él no puede huir de mí, es un trabajo que tiene que realizar: curar las mentes enfermas de personas desequilibradas o heridas emocionalmente.Él dice que sí puede, si quisiera, que nadie podría impedírselo, que para librarse de mi presencia bastaría con decir que ya no hay nada que pueda hacer por mí".
  Algunas veces te entiendo tan bien, amiga desconocida, triste figura que pareces una víctima de este tiempo de tanta exhibición bobalicona y sin embargo tan escasa atención por los seres humanos que tenemos enfrente.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Sobre el pensamiento de los que no piensan



La acción de pensar conlleva una intencionalidad que no es equiparable al deseo real de hacerlo. Pensar es formar y relacionar ideas, y también tener intenciones y proyectos; opinar, en cambio, es pensar sobre algo o alguien, o tener una "manera" de pensar, lo cual ya se distingue del pensamiento propiamente dicho.
  Yo tengo un pensamiento propio que no siempre puedo desarrollar conforme a mi intención, sin embargo sí puedo opinar sobre situaciones o acontecimientos que me revuelven las emociones, y además hacerlo con más ligereza, en tanto expresa mi opinión y no mi pensamiento, y la opinión es más libre y volátil, expuesta a situaciones y acciones determinadas, en tanto el pensamiento se hace de lo que soy en esencia, independientemente de su evolución.
  Todos, absolutamente todos los políticos, parecen librar batallas muy elevadas, al margen de los seres humanos que vivimos a ras de suelo, aunque cuando hablen y discutan u opinen, lo hagan en nombre de nuestros intereses y, sobre todo, amparándose en la coartada que le dan nuestros votos.
  Los votos son importantes, mucho más allá de mayorías o minorías; los votos representan la confianza que se otorga como un poder notarial o un aval: no creo posible que alguien dé algo así si no tiene confianza absoluta en aquellos a quienes se lo otorgan. Uno debería pensar, por tanto, que si alguien ha engañado, mentido, fingido, disimulado, estafado, herido, etc., no debería seguir gozando de confianza, y es lícito y hasta lógico, pensar que alguien a quien han engañado quizá no está en sus cabales cuando sigue otorgando el poder (el voto: el aval y la confianza) a quien ya le defraudó.
  Podrá argumentarse, y es lógico que así se haga, que otros antes ya han engañado, mentido, defraudado, estafado, etc., tanto o más que los actuales, pero si aquéllos ya no están es porque han sido castigados, mientras que éstos que sí están, seguirán estando a pesar de haber formulado sentencias como esta: "Estoy explicando con bastante precisión que me lo estoy pensando", ¡ay, Dios! Tiene que explicar que está pensando, cuando lo normal es que piense, pero no hace falta que nos lo diga, eso ya lo suponemos (¡uffff!), pero es que una Ley de Transparencia, y es sólo un ejemplo, que debería ser exactamente una ley de transparencia, resulta ser, en realidad, una ley con intención de dejar en manos de gobernantes y gestores aquello sobre lo que se desea que haya transparencia (?). Es una perogrullada, lo sé, pero es que así lo han formulado quienes pretenden convencernos de lo bien que explican, y con cuánta precisión, aquello que deberán hacer per sé y sin necesidad de explicarlo: pensar.
   

jueves, 8 de noviembre de 2012

Decepción contra alegría.



  ¿Se puede sentir una decepción muy grande, al tiempo que se experimenta una inmensa alegría? En mi opinión, son dos emociones que se muerden, y sin embargo se puede, yo lo sé muy bien.
  Me levanté de aquella mesa con la sensación de haber estado viviendo una pesadilla que no me dejaba despertar para regresar al mundo lúcido.