lunes, 7 de enero de 2013

"¿Qué coño será la entereza?"



No me gusta aconsejar, aleccionar, adoctrinar ni ejemplarizar. Sólo escucho y miro a los ojos a quien se deja mirar a los ojos; hay tanta gente que esquiva la mirada, no vaya a ser que se le escapen los sentimientos (malos, torvos, aviesos) que le pudren el alma. Por eso escucho con tanta atención a la autora de "La carpeta roja", que escribe, a continuación de la última entrega que ya dejé aquí hace unos días:

'No entiendo por qué una persona puede cambiarse de casa, de barrio, de ciudad, bajarse de un tren si le da la gana, aunque no haya llegado a su destino, y sin embargo se nos obliga a los seres humanos a seguir en la rueda de la vida, sí o sí, a toda costa. ¿Hay algo de malo en interrumpir la existencia que se nos hace insoportable? Es irrisorio, tener que dar cuentas de una acción que debería depender del albedrío de cada persona. Puede alegarse, por supuesto, que la decisión de acabar con la vida propia quizá varíe el cabo del tiempo. ¡Claro! Y también puede variar el deseo de vivir y sin embargo se nos obliga a ello. ¿Ha pensado la gente que se opone al suicidio que al hacerlo (oponerse) está actuando con una intransigencia intolerable? ¿Qué saben las personas que no sufren, de las personas que sufren? ¿Saben las personas que no sufren, que las que sufren no encuentran consuelo de ninguna clase, en ningún lugar, con casi ninguna persona? ¿Son conscientes las personas que no sufren de la soledad de las personas que sufren? Porque una persona que sufre está obligada a ocultar el sufrimiento, a hacer de tripas corazón, a comportarse con entereza (¿qué coño será la 'entereza'?, ¿una máscara o un disfraz que nos hace parecer lo que no somos, o no parecer lo que sí somos y no queremos ser?) y a ocultarse para no contrariar a quien anda a su alrededor. Sí, para no contrariar, porque las personas que sufren molestan, incordian, contagian y obligan a la reflexión. Y, parémonos a contemplar lo que tenemos alrededor cada uno de nosotros y veremos el páramo que nos rodea, y la dificultad que entraña ser como queremos ser, sobre todo si lo queremos ser es tristes. Tristes, sí, porque la tristeza o la melancolía deberían ser opcionales, y cuando no se pudiera soportar más el dolor, se debería estar facultado para ir más allá y acabar con todo.
  '¿Habré expresado estos pensamientos en voz alta? Creo que no. Y, de haberlo hecho, ¿qué me hubiera dicho él? Quizá nada. Algunas veces no me dice nada de nada, sobre nada. No sé si le diré algún día que conservo una carta del hospital con los motivos que me llevaron a intentarlo hace ya tantos años,aunque esos motivos estuvieran tan resumidos y además constaran de una razón concreta (¡ay, las etiquetas para todo!), cuando el deseo de suicidarse viene determinado por un cúmulo de circunstancias desgraciadas que explotan por una gota que acaso no sea la más grande ni la más importante. Y que conservo una citación para acudir a declarar a propósito del delito que cometí queriendo quitarme la vida. Queriendo quitarme la vida, sí, porque me la quería quitar, y era mía (lo es aún, y algunas veces no sé si me gusta que siga siendo así, a pesar de los remordimientos por el dolor que ocasionaría en los miembros más cercanos de mi familia), así que me limité a intentar deshacerme de algo que era mío, de igual modo que puede tirarse un vestido que ya no se usa o regalarlo cuando ya no te sirve'.



  

3 comentarios:

  1. Es un pensamiento muy delicado, el del suicidio. Me tocó muy de cerca, en dos personas muy amadas, y puedo ser capaz de comprender a quien llega a esa situación, pero considero que es lo último a lo que debe llegarse, prácticamente en cualquier estado, a no ser que fuese una enfermedad irreversible que te llevara a la muerte a corto plazo, o para evitar el excesivo sufrimiento físico...

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  2. El dolor físico es muchas veces menos intenso que la pena. Yo no me atrevo a decir si está bien o está mal. Me atrevo a compadecer a la gente que sufre y de ahí no puedo pasar porque las emociones les pertenecen a quien las tiene.

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