miércoles, 27 de agosto de 2014

La razón de ser de las olas.

  


Las olas del mar arremeten sin tregua contra todo lo que encuentran a su paso, y no se aburren, ni se cansan, ni temen molestar. ¿Y cómo habrían de molestar las olas del mar, si arremeter contra las rocas es su razón de ser?


«Le pregunto si es preferible ser prudente o latoso. (Sé que la prudencia es sinónimo de cobardía para otros, y ser latoso equivale a mostrarse desenvuelto.) Él dice que hay límites, como en casi todo, pero que en general prefiere un poco de pesadez, si está bien llamar pesadez a la constancia. Yo le digo que quiero ser constante pero temo ser cargante. Me horroriza resultar pesada. No distingo demasiado bien entre la constancia y la insistencia que puede desembocar en aburrimiento. Él me dice que no tengo que temer tanto molestar, que no puede uno paralizarse por el miedo, que no es posible medir con exactitud dónde está el límite, que alguien puede considerar que está en un lugar, y el de enfrente opinar que está en otro diferente. Vale, de acuerdo, le digo, pero como yo no quiero excederme bajo ningún concepto tiendo a quedarme corta y no llegar».

Miedo: qué sensación más triste, más frustrante, más paralizante, ¿verdad?





jueves, 14 de agosto de 2014

Mi ex mejor amiga










Yo tenía una buena amiga, una mejor amiga que no siempre ha estado conmigo cuando lo he necesitado; incluso he pensado muchas veces que para qué quería yo una amiga así, pero la mantenía en mi corazón, a pesar de todo, como si en verdad fuera un tesoro (el que deben ser las mejores amigas); incluso decidí que es bueno sentir que no siempre que alguien necesita algo, las personas (ni siquiera las más cercanas) tienen que saberlo, si no lo dices. Yo no soy de decir muchas cosas, y las dejo pasar, y pretendo que las averigüen quienes me rodean; naturalmente, casi nunca lo hacen, ni siquiera los que están más cerca. Tiendo a suponer en los demás las mismas percepciones que se dan en mi, y si lo pienso bien, y admito que yo misma me equivoco algunas veces, qué no harán los demás, que carecen de esas percepciones, probablemente. En descargo del sonrojante comportamiento de mi ex mejor amiga, debo decir que estuvo lejos durante mucho tiempo; quiero decir lejos geográficamente. No sé si estar lejos es un hecho eximente, pero es el único que se me ocurre... claro que... claro que lo bueno de la amistad es que la lejanía, la ausencia o la distancia no menguan el cariño. No lo menguan si es verdadero, claro.  

«Él dice que a las personas les pasan cosas, tienen experiencias que las hacen cambiar o evolucionar o distanciarse. Yo supongo que es así, pero casi nadie lo dice. No está bien visto alardear de peculiaridades con visos de rarezas. Yo le digo que no me importa ser rara. Ser rara la previene a una para lo que le pueda suceder. Lo que sucede no siempre depende de cada cual. Dicen que los pensamientos se convierten en realidades. Yo trato de pensar en las cosas buenas que me gustaría que me ocurrieran: estar en un escenario rodeada de personas prestando atención al libro que estoy presentando, por ejemplo; lo pienso mucho y lo revivo en mi mente, pero no se hace realidad. No encuentro respuestas a las preguntas que formulo continuamente, lo hago constantemente, y se refieren a casi todo. 
»A la gente le gusta mucho teorizar, dar lecciones y repartir consejos que nadie le pide, y cuando finalmente pides esos consejos para aplicarlos a situaciones concretas, se hace un silencio que casi puede escucharse.

Es verdad, ¿por qué tenemos tanto miedo a dejar ir a las personas? Lloremos un rato, unos días o unos meses, pero dejemos entrar savia nueva a nuestros corazones. 



sábado, 2 de agosto de 2014

Vivir bajo la nieve.










Escribir es traducir a palabras los pensamientos y los sentimientos, sólo con la pretensión de contar, sin alardes innecesarios que pierdan a los lectores por recovecos estilísticos.
Escribir es también manifestar lo que se es o cómo se quiere ser, para explicarse, para contarse, a uno mismo y a los otros.
Algunos escritores se reconocen en lo que escriben y otros no se quieren reconocer, por eso se disfrazan de personajes que los alejan tanto de su naturaleza como les ocurre a ciertas novias, que se esconden bajo los perifollos de su traje nupcial para así soñar con mayor realismo con la vida que no tendrán porque las vidas soñadas sólo están en las novelas.
Algunos escritores escriben desde lejos, lejos de su corazón y aún más de su naturaleza, por eso parecen tan inalcanzables; ellos quieren parecer inalcanzables.
Algunos escritores se imaginan rodeados de laureles, de muchos laureles, a riesgo de morir sepultados por tantos laureles.
Algunos escritores sólo quieren escribir. Escribir sólo para vivir, para respirar, para contarse y contar. ¿Contar qué? La vida, supongo. La vida es muy compleja, y en cada mente puede explicarse de un modo diferente, pero tiene que hacerse con mucha sencillez; como si una nevada, por ejemplo, que es tan habitual en invierno, fuera el acontecimiento que en su corazón sueña que podría llegar ser, si no fuera porque ya ha visto tantas nevadas en su vida.
Quizá, después de todo, como en algunos lugares no nieva casi nunca, la nieve sí es un acontecimiento incluso en invierno; por eso algunos escritores cuentan algunas nevadas como si fueran verdaderos acontecimientos.
Pues eso, que cada escritor escribe como es; se puede saber cómo es un escritor por lo que escribe. Incluso puede saberse lo que le gustaría ser a un escritor por lo que escribe. A mí me gustaría que nevara siempre, vivir rodeada de nieve, algunas veces bajo la nieve.