lunes, 28 de abril de 2014

Jornada Diderot



Lo hago a vuelapluma, pero dejo constancia del Dia Diderot que celebramos el pasado sábado, día 26 de abril, en Barcelona. Si te precipitas, no captas la hondura de las cosas, y había mucho que captar y contar en ese I Encuentro Profesional sobre el Comercio de Libros, a propósito de la Nueva Carta sobre el comercio de libros que ha publicado Playa de Ákaba y está a la venta desde el día 1. Si dejas que el tiempo pase para aposentarlas, corres el riesgo de olvidarlas, y me niego a casi todos los olvidos, pero más aún a este olvido.









Compruebo que llevo todo lo que necesito. La verdad es que no utilizo casi nada de lo que preparo con antelación, pero si no lo hago me siento desprotegida.


 Una amable lectora me pide que le firme un ejemplar de la "Nueva carta sobre el comercio de libros" en el que ya han firmado antes otros compañeros de los que colaboran en la elaboración de este manifiesto o antología o glosario de quejas y lamentos por el estado de las cosas en nuestro mundo. Digo quejas por decir algo; en realidad es una manifestación de amor absoluto por la Literatura que cada cual ha expresado como ha querido.
Inaugura el acto Noemí Trujillo, editora de Playa de Ákaba, que tuvo el valor de pedirnos que cada uno de nosotros contáramos como quisiéramos a propósito de estas cuestiones que tanto nos preocupan a todos los que las padecemos y que engloba, efectivamente, cualquier organismo o entidad animados o inanimados que tengan relación con el mundo del libro: editores, escritores, distribuidores, libreros y hasta ¿salderos? ¿Saldistas? ¿Dijo salderos o saldistas? Sí, creo que entendí bien, pero como es un elemento desconocido para mí, en otro momento le dedicaré el tiempo y el espacio que merece.






Sentada en primer lugar, de izquierda a derecha, está Rosario Curiel, a continuación Eugenio Asensio y después Begoña Abraldes, que soy yo, y a mi izquierda Ana María Trillo, que condujo con el afecto y la delicadeza que les son propios y siente por los libros y por quienes los escriben, la mesa que completaron en la primera tanda Milagros Arranz y Herminia Meoro, que aparecen en las imágenes inferiores.






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Sin querer entrar en honduras que ahora no podría transitar, tengo la sensación de vivir en un mundo aSegunda tanda, con David Yeste, Óscar Solana, José Mª García Linares, Elías Gorostiaga, Miguel Martínez Larráyoz y Lorenzo Silva.

¿Cómo resumir tantas opiniones como se vertieron, tantas ideas o propuestas que surgieron como es normal que surjan las cosas buenas, osea, al amparo y protección del amor, del verdadero y duradero amor? Quizá diciendo que es necesario renovar el afecto entre los libros y los lectores; que los escritores necesitamos escribir porque sí, aunque sea para nosotros mismos, para conocernos, para entendernos, para completarnos, en tanto somos seres necesitados de palabras: escritas, leídas, pensadas, expresadas; que hay que aceptar que publicar ciertos productos salva editoriales, ¿y de quién es la culpa?   




Seguramente los editores (muchos editores, algunos editores, es imposible hablar por todos, y además es injusto hacerlo) querrían editar más y de más calidad en muchos casos, pero se las ven y se las desean para sobrevivir. Quizá muchos editores que deberían proteger a los lectores como si fuesen (fuésemos) especies en extinción, no miran más allá de su futuro inmediato. ¿O es la implantación del libro electrónico, que es el soporte utilizado por muchas personas que antes iban a las librerías y ahora han dejado de ir porque le han perdido el gusto al papel?

Hay tantas posibilidades, tantas discusiones, tantas propuestas pendientes; y tantas dudas sobre las soluciones. Así que un aplauso interminable a todos los autores que participaron, a los amigos que nos acompañaron, a los autores que estuvieron en espíritu porque ya habían estado físicamente, y no se pueden dividir ni multiplicar, en cualquiera de  los otros lugares por donde viaja la troupe que forma parte de esta iniciativa entusiasta que además esperamos que sea escuchada. ¿Qué más podemos hacer, como no sea seguir y seguir, a pesar de todo, contra viento y marea?



domingo, 20 de abril de 2014

¿Farsantes o iluminados?



Ando buscando y no encuentro lo que busco. No encuentro nada de lo que busco. Cada mañana me lo propongo nada más abrir los ojos. No hay manera. Me han robado la esperanza.




Dicen que es fácil encontrar lo que busco, por eso me irrita no hallarlo, y me impaciento.
Aquí y allá me dicen que es fácil, que das una patada al suelo y lo que busco aparece por doquier, como mala hierba en un sembrado.
Mil y un maestros de lo que busco predican (oigo sus rebuznos incluso cuando no quiero oírlos) su doctrina en cientos de esquinas y templetes, como si no hubiese mañana y cada palabra suya esparciera parabienes y sabiduría a espuertas.
Dicen ellos, los mil y un maestros de lo que busco, que esparcen parabienes, pero no lo hacen; se limitan a ladrar y escupir doctrinas que ellos mismos están lejos de imitar aunque lo desean con toda el alma.
¿Qué buscas, que es tan difícil de hallar?, podrá preguntarse cualquiera, como si el hecho de no encontrar fuese razón suficiente para calificar de estrafalaria o complicada la empresa que se me ha resistido. Y parece fácil, se habla tanto, se aconseja tanto al respecto,que uno diría que lo imposible sería no hacerlo.
¿Qué busco?
Busco alguien que sepa de verdad sobre aquello de lo que habla.
Busco alguien que me guíe por los caminos tenebrosos que me tienen atrapada en una maraña que nadie ha sabido desentrañar.
Busco un émulo de Virgilio, nada menos, o un seguidor que imite su comportamiento y me guíe por la senda que siento ya perdida.
Busco alguien que no me hable sólo de humildad y ausencia de ego, como si el aprecio por uno mismo fuera un pecado mortal; alguien que a pesar de lo que predica se abstenga de hablar de sí mismo o de sus costumbres sin parar, como si su forma de proceder fuera la única guía de conducta posible, lo cual me lleva a pensar que para esos aspirantes a maestros, el delirio es que alguien que no sean ellos mismos acabe destacando tanto como sólo ellos merecen.
Busco y seguiré buscando en tanto no encuentre, y quizá la lista de farsantes se haga tan grande que merezca un poema con sus nombres y embustes pregonados y explicados.