lunes, 23 de diciembre de 2013

La angustia de la comunicación constante.







Nunca me he alegrado del mal ajeno; más bien sufro las penas de los otros casi como si fueran mías, con mayor o menor intensidad dependiendo de la cercanía que tenga con cada persona. 
  Hoy, sin embargo, casi me he alegrado, cuando he leído:

«Huyendo de la energía negativa del ordenador».

«Me produce una angustia horrible esta comunicación constante».

«Durante mucho tiempo no he escrito nada. Comenzar mañana. Si no, vuelvo a caer en el incontenible descontento que va extendiéndose; en realidad ya he caído en él».

Naturalmente que no me alegro. Ese "casi" equivale a un ¿A ti también te pasa? ¡Bien! ¡No estoy sola!



 «¿Ahttp://diariodeunapoetasincasa.blogspot.com.es/2013/12/el-gran-diablo.html?spref=fb

viernes, 20 de diciembre de 2013

Amar porque sí





Si te sirve de consuelo, amiga mía, yo también creo en ese ser que nadie ha visto, del que estamos a un paso de celebrar su nacimiento. No tengo pruebas físicas, claro, pero no las necesito. ¿No es el sentimiento inefable la mayor prueba de una realidad (particular) incontestable? Se parece mucho al amor porque sí, ese que tú también sientes, sin tener en cuenta los méritos o deméritos de los amados que acaso no siempre lo merezcan. 


«Me molesta que me digan que soy idiota por creer en un ser que nadie ha visto y quizá, después de todo, no exista. No es que esté alentando tal posibilidad (la inexistencia de Dios), sólo admito que puede darse; de hecho, yo no tengo más constancia que mis propios sentimientos, y ya está razonablemente claro el cariz de mis sentimientos, que suben y bajan como una montaña rusa, así que difícilmente puedo fiarme de ellos, pero si algo me reconforta creo que es por alguna razón. Sin embargo, cada vez más pongo en duda las emociones negativas que me provocan  hastío, rechazo o un pequeño dolor que me ocupa el pecho a la altura del corazón. Ya sé interpretar las emociones negativas que me provocan las personas. Le digo que las personas me provocan sensaciones diversas, sin que sus acciones tengan mucho que ver. Le digo que es una contradicción que me molesta, porque parece bastante estúpido que alguien pueda obrar como le dé la gana, también mal, y no tenga consecuencias desfavorables. Él dice que no es fácil decidir querer a una persona o dejar de quererla por algo que haya hecho. Él cree, como yo, que se tiende a perdonar a quien se quiere, sin que influyan demasiado sus méritos o deméritos para que esto suceda».

viernes, 6 de diciembre de 2013

Cuarto y mitad de consuelo







Es una quimera, lo sé yo, y seguramente lo sabe ella también, pero algún día encontraremos un lugar donde nos podremos curar de tantos dolores como soportamos a diario, de los que casi nadie sabe nada; y así, por no saber unos de otros, no intercambiamos las experiencias que acabarían por conformar el antídoto contra cualquier ojeriza o animosidad (propias o ajenas).     



«¿Duelen los pensamientos? Él dice que sí. Yo le pregunto por la clase de dolor que causan los pensamientos, si tiene características concretas o es tan aleatorio como los mismos pensamientos de los que procede. Él dice que no se puede definir. Yo quiero saber lo que al parecer nadie me puede explicar. Mil y una teorías de todas las clases posibles y ninguna solución práctica que llevarse al corazón. Es desolador, sentir que se tienen conocimientos, que se reconocen sentimientos y se ordenan penas como si pertenecieran a un catálogo del que sin embargo no puede pedirse nada, sólo mirarlo y remirarlo, repasarlo y soñar con que algún día se venda, por fin, cuarto y mitad de consuelo para tal o cual pesar».