lunes, 30 de septiembre de 2013

Besos que dan asco


¿Por qué se engaña a sí misma, fingiendo que no echa de menos lo que tanto echa de menos, constantemente, parece que cada vez que respira?



"¿Dónde estarán a estas alturas las personas, todas las personas que en algún momento fueron importantes, o entonces creímos que lo fueron, mientras sucedía aquello que parecía importante? Ese vacío, ese hueco que se nota en el estómago se apodera del presente, como si pesara; se parece extrañamente a un dolor. Él dice que es bueno sentir las ausencias de quienes ya no están. Yo le digo que la añoranza de algunas personas produce dolor, la de otras produce pena, pero que es muy usual que sea la vergüenza el sentimiento más frecuente. Acaso porque se quedó en el camino una historia vivida a medias o inacabada o mal vivida. Él me pregunta qué se me quedó a mí en el camino. Prefiero no responderle porque no terminaría nunca de explicarle todas las cosas que se me quedaron en el camino, algunas mal vividas, otras sólo deseadas, las más sólo imaginadas.
  'Pienso en todo lo que se me quedó en el camino y no lo echo todo de menos, sin embargo. Sólo lamento haber pasado de puntillas por algunas personas. Pienso también que los fracasos hubiera querido borrarlos con una goma que no dejara rastro. Él me pregunta por los rastros que me han quedado. Hago memoria. ¿Los besos?, me pregunto en silencio. Para bien y para mal. Algunos besos dejan buenos recuerdos, otros atormentan, otros duelen, otros dan asco, otros no se han guardado (porque no se han dado) y se echan en falta. Concluyo con cierta pena que no se recuerda siempre lo que se quiere recordar. Él pregunta de nuevo y yo le hablo de los besos en voz alta (es que algunas veces le hablo en voz muy baja, casi imperceptible, para que no me oiga y así no me obligue a nombrar tantas cosas que no quiero nombrar, y mucho menos escucharme decirlas a mí misma, consciente de que lo que digo duele o abochorna). Le digo que resulta curioso el hecho de que los propios recuerdos sean tan embusteros. Le digo que no es justo ese olvido que se impone sobre el deseo mismo de recordar. Le digo que no es justo que la mente haga lo que le venga en gana sin tener en cuenta los anhelos del corazón, ¿o es el corazón el que hace y deshace, desoyendo las recomendaciones de la mente? Él dice que no se sabe casi nada de lo que pasa en el cerebro. Está bien que lo reconozca, me gusta que al menos no trate de engañarme diciéndome que todo está bien, que todo se va a arreglar, que todo tiene solución menos la muerte. La gente dice muchas veces esa bobada como si fuera una gran sentencia inapelable e incontestable. Yo digo que si todo tuviera arreglo no habría tantas mentes trastornadas en busca de curación o de alguna clase de consuelo".



jueves, 19 de septiembre de 2013

Sueños de una escritora



Válgame Dios, la de sueños que me quedan por cumplir. Es que sueño mucho, da igual que esté dormida o despierta. Antes no recordaba los sueños, pero ahora sí, y algunas veces me inquietan de puro estúpidos que son, con presencia de personas que no me importan y a las que no importo; se ve que quieren colarse de rondón, sí o sí, y como estoy de que no, pues aprovechan algún resquicio para invadirme y apalancarse. Por suerte, las inquietudes desaparecen apenas abro los ojos y me veo dueña de mi vida y mis situaciones. Es mucho decir, claro, eso de dueña de mi vida y mis situaciones. Más bien debería admitir que me veo plantada en una realidad que me parece una ficción por la que no soy capaz de andar con soltura y de la que no sé cómo escabullirme.
  Quizá no deba salir, y por eso no puedo salir. Me pregunto de qué escribiría, si no anduviera dando vueltas en círculo por realidades adversas. ¿No es verdad que se piensa mejor contra la adversidad? O se piensa sólo contra la adversidad, o sea, cuando necesitamos luchar contra la adversidad.
  Ya no sé nada; como quizá todo sea un sueño, vaya uno a saber si cuando abra los ojos no hallará una ficción a su alrededor, sólo una ficción; o un simulacro, como la propia vida, que parece hecha para que caminemos por ella y actuemos en ella, en lugar de para vivir en ella.
  Quizá, ahora que lo pienso, no me quedan tantos sueños por cumplir; en realidad me quedan dos, y son tan sencillos, tan fáciles de conseguir que hasta durmiendo podrían realizarse.