martes, 30 de julio de 2013

Ir tirando


Hay que ver, lo que cuesta (lo que le cuesta) ir tirando adelante con la vida.  

"Creo no tener medida para aceptar cariños y deferencias, así que me extralimito hasta lo indecible cuando alguien hace algo por mí, lo que sea, y entonces siento una inmensa deuda con el autor de esa deferencia que quizá no le costó nada, pero que en mi interior se instala como un faro que parece destinado a iluminar todas las oscuridades de mi corazón. Sin embargo, siento que mis atenciones y muestras de afecto valen menos que aquellas que me prodigan los demás. Él dice que no soy exacta, que debería decir “no creo que valgan menos, sino que temo que no valgan tanto (que los demás lo crean, más bien) y por ello, por no ser tan valorados, sean menos considerados”. Sí es cierto, acepto, así que me pregunto si me encierro y finjo y disimulo y me aparto voluntariamente, para que así no exista quien rechace mis cariños y atenciones o haga de menos manifestaciones de afecto que me cuestan mucho y sin embargo se aprecian poco.
  'Que se olviden de mí, que le guste a alguien que pasado el momento inicial del conocimiento me deje de lado, decepcionándome, desilusionándome, es uno de mis temores más recurrentes. Sé estar sola, no me importa las más de las veces; incluso lo agradezco, pero que se aparten de mí para dejarme espacio no es lo mismo que ese abandono que significa la nada en que te dejan en suspenso cuando ya no cuentas para personas que te dijeron justo lo contrario y además se ofendieron infinitamente cuando al sospecharlo lo exteriorizaste. Es en ese momento, justo ese, cuando se crea en mí una especie de resentimiento que me nubla hasta el conocimiento y la lógica. Él dice que no se tienen que disimular los sentimientos, sean los que sean. Dice que no se puede responder en un tono diferente al que hayan utilizado los otros. Lo sé, digo, pero no siempre tengo el valor para devolver lo que creo que merecen. Por el contrario, hago lo que está en mi mano para suavizar situaciones que no me gusta que se transformen en desagradables. Él dice que no puedo sufrir tanto, que no es bueno. ¡Vaya, pues no lo había notado!... ¡Pues claro que sufro! Ojala no sufriera tanto. Ojalá me diera igual hacer daño que no hacerlo. Ojalá no me importara que las personas que supuestamente me quieren me decepcionaran. Él dice que lo haga, que está en mi mano. Que haga qué, le pregunto. Pues que no le afectan tanto las desilusiones, me dice, y yo vuelvo a echar de menos ese interruptor que me conecte con lo que quiero y me desconecte de lo que no quiero.
  'Tengo un conocido que casi fue amigo. Anduve lista para dejar de quererlo justo cuando estaba en mi mano poder hacerlo. He empezado a trazar una raya infranqueable cuando presiento el batacazo. Antes, cuando era más idiota, detectaba igualmente un punto de no retorno en las relaciones con las personas, pero lo traspasaba alegremente, creyendo que no hacerlo era de cobardes que se asustan del sufrimiento, o de egoístas que no están dispuestos a arriesgar nada. Soy de la opinión de que no se puede querer y dejar de querer a una persona de un día para el otro, ni hacer como que se quiere cuando resulta que no se quiere. Buenos cariños requieren de tiempo para asentarse primero y disfrutarse y conservarse después. Hoy sí y mañana no, no me gusta. Él dice que no me tiene que gustar, y mucho menos lo tengo que aceptar. No sé por qué le cuento algunas cosas. Él siempre me da la razón. Yo creo que me da la razón para hacerme confiar y que así me abra por completo. No sé si ya he dicho que tengo la impresión de que está esperándome en algún punto del camino, en la mano una libreta llena de ideas que he ido dejando en el aire y él ha apresado para por fin traducir lo que tengo en la mente. ¿Recordará cada cosa que le digo, cada sentimiento que le expongo, cada desilusión que le manifiesto? Algunas veces anota cosas en un folio, pero son muy pocas esas veces, y aún menos las líneas que me dedica. Puede que no sea tan importante ni tan especial como yo misma supongo, y lo que me ocurre es lo que les ocurre a las demás personas, que quizá saben disimular mejor que yo, o son más cobardes y no se atreven a pedir ayuda para dejar de sufrir. Pero yo no pedí ayuda para dejar de sufrir; ni siquiera me planteé antes de conocerlo a él que quería dejar de sufrir; en absoluto tengo intención de ahorrarme los sufrimientos que deberían ser normales en la vida. Por muy adultos que seamos los adultos, parecemos en realidad niños malcriados que se niegan a aceptar los reveses de la vida. No está mal cierta dosis de dolor, de adversidad, creo, así que no se trata de dejar de dolerme por todo, sino de no traspasar cierto umbral de sufrimiento; o de no dejarme vencer por dolores que no me pertenecen y no deberían afectarme tanto.

  'Me pregunto si es bueno (para mí, para mi estado emocional, se entiende; malo para la humanidad no creo que sea) enfrentar las fantasías a la soledad y a la insatisfacción. Idear situaciones que en la mente son reales (o pueden serlo) y por ello factibles. Me digo: si puede imaginarse, puede hacerse; si no te gusta la realidad, invéntate otra que sea de tu agrado. Y así voy tirando."     

martes, 2 de julio de 2013

Ahora hablaré de mí





Hablaré de mí para explicar una circunstancia diáfana como el día, pero que no entiende casi nadie, a la vista de las numerosas peticiones que me llegan para que responda, intervenga, explique o participe en tal o cual iniciativa, ya sea particular, ya colectiva; cuando no para cuestionar o abroncar directamente mi ausencia o silencio, como si estuviera obligada a rendir cuentas u ofrendar tributo o pleitesía a "tal" o a "cual",  o no hubiera más posibilidades en el mundo que estarse frente a la pantalla del ordenador a todas las horas del día para satisfacer tantos egos insatisfechos o soledades insoportables; la iniciativa en cuestión, por cierto, siempre resulta ser muy importante, a juicio de quien la promueve, pero ¡ay! yo tengo mis propias iniciativas, mis prioridades y mis necesidades, y no las impongo ni las aliento, más bien me limito a exponerlas, para que quien lo tenga a bien las utilice o las comparta libremente o simplemente acompañe mi camino, cosa que agradezco siempre infinitamente precisamente porque sé lo difícil que es corresponder, y no por falta de ganas normalmente, en mi caso (incluso si no me gusta demasiado), pero qué le vamos a hacer, si una servidora es tan limitada que no puede hacer sino una sola cosa cada vez: trabajar u ociar, y el trabajo resulta que es mi vida, mientras que para el ocio estoy más bien disminuida, por no decir casi impedida. Uno se expone en estos lugares públicos y se arriesga a ser o no ser para los otros, en función de sus capacidades o habilidades sociales (que en mí son tan escasas), y es un juego de ida y vuelta: la exposición tiene repercusión o no, y no es justo quejarse por la ausencia de difusión, o por el silencio con que nos obsequien, que sin duda obedecen a algún motivo que puede ser laboral o social o simplemente el uso de la libertad de cada cual para sumarse a ciertas iniciativas o no hacerlo si no las encuentra justas o no le gustan o directamente le resultan injustas pero prefiere no decirlo para no ofender los gustos ajenos (recuerdo lo manifestado unas lineas más arriba, referido a la libertad de cada cual para responder a las iniciativas u opiniones). 
  Y habrá que tener en cuenta el libre albedrío, que hace que la gente se incline por una persona u otra, por una causa u otra, por una obra u otra, y nada hay que obligue a nadie a una actuación contraria a su inclinación. No conviene mostrar disgusto, si alguien llega más, gusta más, simpatiza más... sólo hacer propósito de enmienda, para esforzarse más y aprender de los errores que tan a menudo se cometen en nombre de las necesidades. ¡Ah! Y no olvidar que la modestia es una cualidad que se convierte en don cuando se ejerce sin medida...Y el silencio... ¡oh! el silencio es oro, y a veces la muerte, lo sé, cuando es persistente, sobre todo si se aplica a los creadores, tan necesitados siempre del halago del público, que se inclina de un lado u otro, según le convenga.