martes, 4 de diciembre de 2012

"Entenderme y perdonarme"


  La cima de la montaña está muy muy lejos, aún. A veces me canso y me siento a reponer fuerzas. Para entretenerme ojeo "La carpeta roja", que son esos trozos de vida que alguien dejó abandonados junto a la puerta azul de un edificio del barrio de Cruces, en Barakaldo.

  "Ya no soy la misma, le digo, me siento extraña. ¿Por qué? Cómo que por qué, pues porque ha pasado el tiempo, le digo, ¿por qué va a ser? Eres la misma persona de siempre y al tiempo no lo eres. Miras atrás y recuerdas inevitablemente a la niña que fuiste, y te conmueves con emociones que te llegan al corazón, como hacía ella, pero no eres esa niña, ya no, de ninguna de las maneras. Sí, seguramente las emociones que se sintieron en la infancia se parecen mucho a las que se sienten en la edad adulta, pero la persona que las recibe ha pasado por infinidad de situaciones y ya conoce las consecuencias que de ellas se derivan; ya sabes en qué quedaron los dolores y los sufrimientos que nadie más sintió. Él dice que por qué tiene que ver nadie lo que uno piensa y aun lo que uno siente. Pues porque sí, le digo. Porque necesitamos cariño y reconocimiento; que alguien se reconozca en nuestros sufrimientos y llore a nuestro lado, o que pase de largo si no le importan, y nos deje en paz y al menos no moleste con su indiferencia. Le digo que los sentimientos se contagian se quiera o no se quiera, de ahí que las películas de llorar y más aún las de reír se disfruten mejor en compañía, en la compañía de alguien que adivine o perciba eso mismo que hace que llore o ría quien está al lado. Si vivo con personas, soy un ser sociable (aunque no sé si querría serlo, si pudiera evitarlo), necesito intercambiar emociones. Quizá, si me fuera a un lugar solitario, donde no hubiera personas, podría ser yo misma, sacar el ser auténtico que hay en mí, el que no emerge porque está condicionado por interferencias o presiones, pero si ando entre otras personas, necesito de ellas.
  "Que por qué no soy la misma, quiere saber. Pues porque la gente cambia. Dejas de tener la frescura de la infancia, el ímpetu de la juventud, esa insolencia descarada que quien te quiere identifica con espontaneidad, y quien te odia o simplemente no te quiere califica de desvergüenza. Él dice que no hay recetas mágicas, pero otros que son como él dicen que sí. Él dice que hay que vivir viendo. Otros que son como él aseveran que hay atajos y enseñan que las soluciones están a la vuelta de la esquina, como quien dice. Le pregunto por los botones, entendidos como resortes, que activan a las personas, pero esboza una sonrisa descorazonadora y yo me pregunto qué hago hablando con alguien que parece saber tanto como yo, y es tan poco lo que sé yo.
  "Me hago en voz alta una pregunta: ¿Qué buscas? Quiero saber dónde se esconde eso tras lo que ando. Él no responde, sólo se encoge de hombros. Él no sabe dónde está lo que busco. Dice que quizá lo tengo dentro, oculto o disimulado, pero que no está seguro de nada. Yo le digo que él tiene que saberlo, tiene que orientarme, pero se limita a preguntarme por mis deseos concretos, por mis preferencias, por mis necesidades. Le digo que ya conoce mis necesidades: quiero saber, conocerme, entenderme, perdonarme. Él dice que somos complicados, los humanos, con tantos cables conectados al cerebro. Entonces, digo, quizá pase mucho tiempo antes de que me sea dado conocer el desenlace de este combate que estoy librando. Él me dice que cabe la posibilidad de que no me libere nunca de esta lucha. ¿Nunca? Nunca. Es categórico. Dice que la suerte es una circunstancia necesaria en todos los ámbitos de la vida, y que aparece, o no, cuando menos se la espera. Unas veces creo tener suerte y otras me siento literalmente estrellada contra mi destino o lo que sea que me hace desorientarme y estrellarme.

  ¿Por qué, si ella ha resistido (si lo ha hecho) no voy a resistir yo?

1 comentario:

  1. Tienes razón, la gente cambia, cambiamos y perdemos esa frescura de la infancia y el ímpetu de la juventud. Ya nada tiene esa magia de entonces... Pero el combate lo ganarás, ya verás. ¿Te he dicho que me encanta esta dualidad que contemplo en tus post?

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