lunes, 17 de diciembre de 2012

"Mejor tramposo que imbécil"





Casi debería haber titulado esta pieza: "Cuando falla hasta la esperanza", pero me figuro que a mi desconocida no le gustaría que yo juzgara sus sentimientos, ni pusiera en valor sus opiniones extraídas de "La carpeta roja".

"Si me quejo del poco caso que me hace la gente, él dice que por qué me sorprendo, si lo que quiero es que me dejen tranquila. Sí, le digo, pero es muy triste resultar transparente. ¿Por qué hay gente que dice cualquier cosa o hace algo, por insignificantes que sean sus dichos o hechos, y se le presta atención, sí o sí, siempre, mientras otros pasamos desapercibidos en cualquier caso? Que le responda yo, dice. ¿Pero el profesional no es él? Claro, pero las respuestas siempre están en nosotros, en cada uno de nosotros, todas las respuestas. Qué lástima, pienso, y ahora sí creo que además se lo digo a él, perder el tiempo contando la vida de una, hablando de lo divino y de lo humano, aceptando recomendaciones que son de Perogrullo a cambio de que de cuando en cuando se deslice alguna revelación que mueva resortes escondidos que en verdad puedan resultar de cierta ayuda. Por más vueltas que le doy no se me ocurre cómo actúa el entendimiento de ciertas personas, ni cómo se corrige lo que está averiado en las cabezas humanas. Cuando se piensa en curas y remedios, de inmediato surge la idea de las píldoras que adormezcan, serenen o impulsen las mentes trastornadas, pero no siempre tragarse una pastilla es la solución más adecuada, o eso es lo que dice él cuando le digo que quisiera dormir mucho tiempo, abstraerme, olvidarme del mundo que no me gusta. Él me pregunta que por qué no me gusta el mundo; no sé cómo hay gente a la que sí le gusta el mundo, o cómo tolera lo que pasa cada día, que siempre parece ser peor que el anterior. Es como si estuviéramos agotando todas las posibilidades que pusieron los creadores a nuestro alcance para que las utilizáramos como mejor nos pareciera. Me pregunta por esos creadores a los que aludo. Le digo que he utilizado el plural porque no me creo que interviniera un solo creador en la construcción del mundo. Le digo que debieron existir muchos creadores en la antigüedad remota metiendo baza en la combinación de personalidades y caracteres, de lo contrario no me explico cómo podemos ser cada uno de nosotros tan distintos, tan enrevesados y fundamentalmente malos y perversos y envidiosos y rencorosos la mayor parte de los humanos. Él dice que la mayor parte de los humanos no son malos, de lo contrario el mundo sería insoportable. Llegados a este punto prefiero callarme, no quiero decirle que si hubiera tantos humanos buenos como algunos seres cándidos creen, no habría tantos gobernantes crueles y despiadados, tantos tiranos y tantos insensibles. No es posible que los hombres que lideran el mundo sean malvados sólo por un cálculo de probabilidades; al contrario: yo creo que nos gobiernan los más malos porque son el reflejo de lo que más abunda, y lo que más abunda es la maldad. Casi nadie que conozco admite que la bondad es el camino más recto y seguro por el que se debería caminar siempre y en cualquier circunstancia. A casi nadie le parece bien que se afeen las maldades y los trapicheos del prójimo, aludiendo a que todo el mundo haría lo mismo en su lugar, y que si mucha gente no lo hace es porque no tiene oportunidad. Pues no, digo yo, algunos no harían (no haríamos) lo mismo, sino que nos comportaríamos como nos comportamos normalmente, que es con la máxima de no hacer a nadie lo que no nos gustaría que nos hicieran. Es como si prácticamente ninguna persona que conozco pudiera hacerse cargo (para guardarlo o preservarlo o protegerlo) de un gran tesoro sin sentir la tentación de quedarse con un pedacito en concepto de premio a la lógica que dicta que el ser humano ha de ser tramposo y aprovechado, a riesgo de que no serlo lo convierta en un imbécil".

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