lunes, 10 de diciembre de 2012

¿Se puede mudar de naturaleza?



En esta nueva entrega de "La carpeta roja", mi querida desconocida ha manifestado un deseo de cambiar que no sé si está a su alcance. No sé si cambiar de naturaleza está al alcance de alguien.


"Voy y vengo como una hoja que se arrastra por el suelo a merced del viento que sople: si fuerte, con fuerza; si suave, con suavidad. Puede ocurrir, también, que me quede parada, viéndolo todo desde la distancia con mis ojos de hoja abandonada, arrinconada, a la que nadie hace caso ni dedica el menor pensamiento. O puede suceder que habiéndome dejado el viento colocada en buena situación, con cierta perspectiva y eso, lo vea todo tan claramente que de inmediato sienta deseos de esconderme. La paradoja es que, siendo una hoja, carezco de pies para trasladarme, así que me conformo con quedarme quieta, a la espera de una nueva ráfaga que satisfaga mis necesidades de movimiento. Él dice que no soy una hoja. Yo le digo que ya sé que no soy una hoja. ¿Entonces? ¿Cómo que 'entonces'? Pues eso, le aclaro, que sé lo que soy en mi interior, que tengo conciencia de mi situación y mis circunstancias, pero me quedo parada como si una parálisis me afectara por entero. Pero las personas pueden hacer lo que quieren, insiste. Y yo: pues claro que las personas pueden hacer lo que quieran, pero sólo en la teoría. ¿Sólo en la teoría?, me pregunta. Y yo: pues claro, sólo en la teoría, porque no suele contarse con las fuerzas extrañas que nos afectan y nos ralentizan o directamente paralizan.
  "Cuando me pienso quieta, inactiva, resignada, quiero borrar ese pensamiento. Pues se borra, dice él. Ya, le digo. Y añado: pero cuando me pienso, en realidad estoy recordándome. Ya sé que debería hacerme cada día, construirme sin dar tanta importancia a lo que he sido. Pero si ahora soy alguien es porque antes fui también alguien, otra clase de alguien, naturalmente. Se es lo que se es, y lo que se es, se es también por lo que se ha sido.
  "Me revienta escuchar tantas veces a tantas personas entendidas, expertas en casi todo, recomendar pautas a propósito del comportamiento que ha de tenerse para conseguir que los demás lo tengan también: recibes lo que das, vienen a querer decir. Mentira, digo yo. Es mentira. Recibes lo que recibes, sin que lo que se haya dado o dejado de dar importe demasiado. Una buena persona no necesita contrapartidas, es buena porque es buena. Una mala persona no llega a apreciar, y mucho menos valorar, nada de lo que otra haga por ella. Él dice que así es el mundo. Él dice mucho que así es el mundo, que así son las cosas... Pues vaya, yo no necesito indagar mucho en el alma de las personas que me encuentro, para saber lo que ya sé. Me pregunta sobre qué. Pues sobre qué va a ser, sobre la condición humana. Pero es que es así, insiste. Y yo: a mí qué me importa que sea así. ¿Qué pasa, que porque 'sea así', tengo que dejarlo correr sin más ni más? Pues claro que no, me digo a mí misma, y no sé si además lo digo en voz alta, espero que no, para no enzarzarme en una discusión que no quiero mantener porque al saber lo que piensa el adversario y ser consciente de que no va a convencerme para que acepte su punto de vista, prefiero ahorrar todas las energías que se me consumen en esos tomas y dacas lingüísticos que no van a ninguna parte. A mí me importan las reacciones y las acciones de los humanos con los que convivo a diario, y hasta con aquellos con los que sólo me cruzo por la calle. ¿Y qué se puede hacer?, me pregunta. Y yo: pues no sé si puede hacerse algo en verdad útil, pero sí sé lo que puedo hacer yo; más bien lo que debo hacer, y es todo lo que esté a mi alcance para cambiar, primero yo, y después lo que tenga más cerca".

1 comentario:

  1. Estoy enzarzado ya en tu novela, y déjame decirte que estoy encantado con su lectura. Me gusta tu forma de escribir y relatar, de la misma manera que me encantan tus post...

    ResponderEliminar