Nunca me he alegrado del mal ajeno; más bien sufro las penas de los otros casi como si fueran mías, con mayor o menor intensidad dependiendo de la cercanía que tenga con cada persona.
Hoy, sin embargo, casi me he alegrado, cuando he leído:
«Me produce una angustia horrible esta comunicación constante».
«Durante mucho tiempo no he escrito nada. Comenzar mañana. Si no, vuelvo a caer en el incontenible descontento que va extendiéndose; en realidad ya he caído en él».
Naturalmente que no me alegro. Ese "casi" equivale a un ¿A ti también te pasa? ¡Bien! ¡No estoy sola!
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