viernes, 6 de diciembre de 2013

Cuarto y mitad de consuelo







Es una quimera, lo sé yo, y seguramente lo sabe ella también, pero algún día encontraremos un lugar donde nos podremos curar de tantos dolores como soportamos a diario, de los que casi nadie sabe nada; y así, por no saber unos de otros, no intercambiamos las experiencias que acabarían por conformar el antídoto contra cualquier ojeriza o animosidad (propias o ajenas).     



«¿Duelen los pensamientos? Él dice que sí. Yo le pregunto por la clase de dolor que causan los pensamientos, si tiene características concretas o es tan aleatorio como los mismos pensamientos de los que procede. Él dice que no se puede definir. Yo quiero saber lo que al parecer nadie me puede explicar. Mil y una teorías de todas las clases posibles y ninguna solución práctica que llevarse al corazón. Es desolador, sentir que se tienen conocimientos, que se reconocen sentimientos y se ordenan penas como si pertenecieran a un catálogo del que sin embargo no puede pedirse nada, sólo mirarlo y remirarlo, repasarlo y soñar con que algún día se venda, por fin, cuarto y mitad de consuelo para tal o cual pesar».

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