viernes, 20 de diciembre de 2013

Amar porque sí





Si te sirve de consuelo, amiga mía, yo también creo en ese ser que nadie ha visto, del que estamos a un paso de celebrar su nacimiento. No tengo pruebas físicas, claro, pero no las necesito. ¿No es el sentimiento inefable la mayor prueba de una realidad (particular) incontestable? Se parece mucho al amor porque sí, ese que tú también sientes, sin tener en cuenta los méritos o deméritos de los amados que acaso no siempre lo merezcan. 


«Me molesta que me digan que soy idiota por creer en un ser que nadie ha visto y quizá, después de todo, no exista. No es que esté alentando tal posibilidad (la inexistencia de Dios), sólo admito que puede darse; de hecho, yo no tengo más constancia que mis propios sentimientos, y ya está razonablemente claro el cariz de mis sentimientos, que suben y bajan como una montaña rusa, así que difícilmente puedo fiarme de ellos, pero si algo me reconforta creo que es por alguna razón. Sin embargo, cada vez más pongo en duda las emociones negativas que me provocan  hastío, rechazo o un pequeño dolor que me ocupa el pecho a la altura del corazón. Ya sé interpretar las emociones negativas que me provocan las personas. Le digo que las personas me provocan sensaciones diversas, sin que sus acciones tengan mucho que ver. Le digo que es una contradicción que me molesta, porque parece bastante estúpido que alguien pueda obrar como le dé la gana, también mal, y no tenga consecuencias desfavorables. Él dice que no es fácil decidir querer a una persona o dejar de quererla por algo que haya hecho. Él cree, como yo, que se tiende a perdonar a quien se quiere, sin que influyan demasiado sus méritos o deméritos para que esto suceda».

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