martes, 7 de junio de 2016

Queridos desertores



Nadie dijo que sería fácil, ¿alguna vez lo fue algo que valiera la pena? Fácil, fácil, como si el significado de la palabra abarcara su intencionalidad. Fácil; como si el hecho de poder traducirse o interpretarse por la comodidad con que se logra algo, por la docilidad con que se da algo que se persigue con ahínco fuera en realidad accesible.
Se vuelve de pronto todo aquello que transcurría apaciblemente, como un torbellino que tropieza con los pensamientos, con las intenciones.
Se vuelve todo del revés con tanta facilidad. Aquí está otra vez, la alusión a la facilidad con que se mira casi todo y se cataloga cuanto nos vamos encontrando, que al estar ahí, al paso, parece puesto intencionadamente, como por accidente, con esa facilidad que acabamos por despreciar.
¿Por eso desertan tantas personas, que dejan de valorar, de apoyar, de acompañar? Se cansan, como si dijéramos. 
Queridos desertores: ¿lo hacéis por eso, porque no entendéis, porque carecéis de paciencia, porque estáis tan contaminados con la cosas fáciles, con los objetivos accesibles que ya no acertáis a entender que las cosas más difíciles, más escondidas, son las que de verdad vale la pena encontrar?



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