miércoles, 27 de agosto de 2014

La razón de ser de las olas.

  


Las olas del mar arremeten sin tregua contra todo lo que encuentran a su paso, y no se aburren, ni se cansan, ni temen molestar. ¿Y cómo habrían de molestar las olas del mar, si arremeter contra las rocas es su razón de ser?


«Le pregunto si es preferible ser prudente o latoso. (Sé que la prudencia es sinónimo de cobardía para otros, y ser latoso equivale a mostrarse desenvuelto.) Él dice que hay límites, como en casi todo, pero que en general prefiere un poco de pesadez, si está bien llamar pesadez a la constancia. Yo le digo que quiero ser constante pero temo ser cargante. Me horroriza resultar pesada. No distingo demasiado bien entre la constancia y la insistencia que puede desembocar en aburrimiento. Él me dice que no tengo que temer tanto molestar, que no puede uno paralizarse por el miedo, que no es posible medir con exactitud dónde está el límite, que alguien puede considerar que está en un lugar, y el de enfrente opinar que está en otro diferente. Vale, de acuerdo, le digo, pero como yo no quiero excederme bajo ningún concepto tiendo a quedarme corta y no llegar».

Miedo: qué sensación más triste, más frustrante, más paralizante, ¿verdad?





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