martes, 2 de abril de 2013

Amar al monstruo



El amor es tan imprevisible como absurdo, por no decir, además, que es irracional. Se ama porque sí, y además de una virtud por lo que de reparador tienen en el alma de quien ama las emociones que quedan impresas, pueden darse sensaciones de culpa, si resulta que uno siente que no ama a quien lo merece, o ama a quien no lo merece, que digo yo que viene a ser lo mismo, ¿o no? 





 "Vuelve a mencionar al monstruo. Yo no quiero hablar de monstruos. Le repito que no conozco monstruos. Me recuerda que le he dicho que sé algo de monstruos. Es una forma de hablar, le digo. Él dice que las formas de hablar quieren decir algo. Tiene razón, fui yo quien mencionó al monstruo. No sé por qué lo hice. No sé por qué digo algunas de las cosas que digo. Me siento muy incómoda en el silencio cuando alguien está pendiente de mis reacciones. No me gusta demasiado hablar, y menos si no he pensado muy bien lo que voy a decir, a no ser que esté en mi casa, con gente que me conoce mucho y además me quiere y me permite rectificar cualquier error o explicar con detalle cualquier cosa que haya dicho y no haya sonado muy bien.
  'Él dice que cuando se tiene muy interiorizada una idea, lo normal es que acabe saliendo en algún momento, venga a cuento o no, se quiera hacer o no, se haya meditado o no.
  'Recuerdo que alguien dijo que era un monstruo. Casi nadie lo conocía demasiado bien. Ver a una persona con frecuencia no garantiza que se tenga un conocimiento acertado de ella. Mi abuela me contó que lo habían visto por la orilla del río molestando a una niña, o persiguiéndola, ya no lo recuerdo muy bien. Yo no me lo creo. La niña dijo que quería hacerle cosas malas. Qué sabría ella lo que son cosas malas. Él dice que qué es eso de qué sabría ella. Le doy la razón, yo no soy nadie con autoridad suficiente como para decidir algo así, y además está en flagrante contradicción con lo que pienso al respecto: si alguien dice que quieren hacerle daño, es seguro que quieren hacérselo. Me pregunta si quería mucho a esa persona. Le digo que sí, muchísimo. Me dice que no siempre se acierta a amar a las personas adecuadas, pero que el hecho de que no sean un dechado de virtudes no significa que no se las deba querer, ni que quien las quiere haga mal en quererlas. Ya, le digo, pero siento que una parte muy importante de mi vida ha sido una farsa, un error, una equivocación. Me dice que mi vida es muy larga, y que en una vida larga no pueden cifrarse en unos pocos años la verdad y la autenticidad que acaben por resultar. Le digo que no estoy de acuerdo porque los pocos años de los que estamos hablando son los años más importantes en la vida de una persona. Él dice que los años más importantes en la vida de una persona son los que queden por vivir. Dice que lo que ha pasado, pasado está, que no tiene solución, pero lo que queda por delante es un reto que ha de afrontarse obligatoriamente".

¿Tanto descolocará saber que se ha errado casi siempre que se ha amado? ¿Por vergüenza? ¿Por el amor propio herido?  

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