La soberbia envilece porque envanece y encampana. La soberbia lastra el espíritu porque quien se engríe y vanagloria deja de percibir cuanto de bueno hay a su alrededor.
La soberbia no deja ver los propios errores y se empecina en agrandar los ajenos, cuando no directamente en iventarlos para sacudirse la responsabilidad de las ruindades que ni por asomo reconocerá.
La soberbia crece y engorda porque se retroalimenta y se vuelve malsana.
La soberbia es el orgullo mal entendido.
La soberbia agranda la distancia entre las personas cuando se hace del rechazo una costumbre.
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